La atención es la esencia de la meditación. Nadie, ni nada sostiene la atención. El esfuerzo de estar atento es producto del ‘yo’. La atención no está separada del proceso del meditar. La atención sólo emerge. La ilusión es creer que ‘alguien’ o ‘algo’ se encuentran detrás de la atención y, por consiguiente, de la meditación. Cuando cesan los pensamientos no existe identificación con sensaciones, ni formas. Solo existe una manifestación consciente de la experiencia. Pero ésta no se encuentra asociada a la noción de la existencia de un cuerpo o una mente.
Los sentidos están diseñados para despertar la atención. La atención no es concentración, puesto que ésta última requiere esfuerzo. Un impulso intencionado para lograr un resultado particular no conduce a la atención, es más bien ocasionado por la primacía del pensamiento que procura señalar algún camino correcto. En ello hay contradicción. La intención clara por moldear la mente con algún propósito determinado es producto de la ausencia de atención. La atención no requiere esfuerzo porque es una cualidad de la mente. La observación permite descubrir esa cualidad. En ese sentido, la atención y la meditación no son producto de la técnica o el método, son consecuencia de la comprensión profunda de la naturaleza de la mente.
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